
Es lo que se podría pensar a bote pronto. El Sevilla FC ha tocado techo. Ya venía dando signos de debilidad, provocados sobre todo por una afición acostumbrada al juego total de épocas anteriores y que con Jiménez se transformó en pura pegada. Antaño se vencía al Barça y al Madrid en la Liga, que es donde hace daño, porque son partidos de seis puntos, y se lichaba con ellos por el título gracias a un Nervión inespugnable. Es cierto que este año los dos grandes han sido intocable,s pero es que en esos partidos se vio como el Sevilla asistía impotente a remontadas, o a falta de ellas. Y a cómo un imberbe llamado Canales le ganaba en su propia casa. Y eso al Sevilla de antes no le pasaba.
Parece que lo más deficitario deficitario es defender. Y si ayer cayeron eliminados no fue por falta de goles, sino porque su otrora irreductible retaguardia fue destrozada por Matheus y Lima.
Incluso Palop, el portero-milagro, falló. Pero no sólo es cosa de nombres, si no de juego. El centro del campo sevillista ha cambiado mucho. Sólo Zokora puede salvarse de la quema, pero su juego no ofrece claridad, y robar para devolverla después no tiene sentido. Se fueron hombres clave en la construcción del juego: Alves y Adriano, que siempre ofrecían apoyo en la banda; u hombres con criterio a la hora de colocarse y tocar de priemra como Poulsen, Martí o Maresca... y los que están, o han recorrido muchos kilómetros, o directamente no dan la talla. Y si a esto sumamos que el otro hombre milagro del equipo, el malí Kanouté, cada vez está para menos minutos, pues la hecatombe es evidente. Pese a ello, aún hay razones para creer. La secretaría de Monchi ya se ha movido, Alexis y Roversio reforzarán la línea defensiva tras la salida de Squillaci. Habrá que ver cómo se adaptan los fichajes, sobre todo Cigarini, que tiene la clave de este equipo. Y no quisiera meterme con el entrenador, Álvarez, pero el hecho de llevar muchos años de segundo entrenador es una zancadilla para afrontar renovaciones, y el Sevilla, está claro, está inmerso en una de ellas.
Incluso Palop, el portero-milagro, falló. Pero no sólo es cosa de nombres, si no de juego. El centro del campo sevillista ha cambiado mucho. Sólo Zokora puede salvarse de la quema, pero su juego no ofrece claridad, y robar para devolverla después no tiene sentido. Se fueron hombres clave en la construcción del juego: Alves y Adriano, que siempre ofrecían apoyo en la banda; u hombres con criterio a la hora de colocarse y tocar de priemra como Poulsen, Martí o Maresca... y los que están, o han recorrido muchos kilómetros, o directamente no dan la talla. Y si a esto sumamos que el otro hombre milagro del equipo, el malí Kanouté, cada vez está para menos minutos, pues la hecatombe es evidente. Pese a ello, aún hay razones para creer. La secretaría de Monchi ya se ha movido, Alexis y Roversio reforzarán la línea defensiva tras la salida de Squillaci. Habrá que ver cómo se adaptan los fichajes, sobre todo Cigarini, que tiene la clave de este equipo. Y no quisiera meterme con el entrenador, Álvarez, pero el hecho de llevar muchos años de segundo entrenador es una zancadilla para afrontar renovaciones, y el Sevilla, está claro, está inmerso en una de ellas.
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